lunes, 30 de julio de 2007

La Muerte en Venecia

Thomas Mann está incluido en el vergonzoso repertorio de escritores que, siendo grandes de la literatura, yo no tenía ni idea de su existencia hasta hace muy poco. En este caso hasta hace un par de semanas como mucho...

La Muerte en Venecia (de la que hay adaptación cinematográfica, que espero ver en breve), es una novela sobre un escritor, dando un aspecto de autobiografía solapada, sobre todo en los primeros capítulos (aunque no sé si el carácter de Gustavo Von Ausenbach, protagonista del libro, es parecido o no al de Thomas Mann, porque repito que no conocía a este hombre hasta hace poco). Trata sobre las vacaciones de verano de un famoso escritor alemán, conocido por su disciplina y su gran talla moral al escribir, en las cuales decide residir en la ciudad de Venecia. Da la casualidad que en su mismo hotel se aloja una familia polaca: mujer estirada de elegantes perlas, sobrias hijas de monacales ropas y un niño de apenas catorce años, Tadrio.
Tadrio, en su juventud, es la manifestación pura de la belleza estética griega, un Eros nos dice Mann, hecho carne. Rubios rizos largos rodean una tez pálida con rasgos bellos, delicados. Sus modales educados, su elegancia innata y su gracia personal convierten las vacaciones de Gustavo en una placentera tortura en la que su amor platónico por el joven polaco mueve sus pasiones más allá de lo que su propia naturaleza creía posible.
Mientras tanto, una solapada amenaza en Venecia hace huir a algunos de los huéspedes, mientras el desinfectante presta su olor al terror, y las autoridades niegan nada de lo sucedido.

La corta (cortísima) novela se centra en los sentimientos de Ausenbach, de todo lo que siente, de cómo se sumerge en la rutina ociosa de la contemplación lejana del joven Tadrio, y no va más allá en su relación que la mera contemplación lejana, sin que una sola palabra del muchacho altere la sensación de belleza pura. Mientras, él recuerda la relación entre Sócrates y Fedón, y comprara los discursos del sabio a sus propias ideas inflamadas por sus sentimientos.

Es una novela maravillosa acerca del sufrimiento, del corazón poseído por pasiones prohibidas e incontrolables. Se la recomiendo a quien se atreva a sumergirse en el torbellino de sentimientos del sufriente y solitario Gustavo Von Ausenbach.

viernes, 27 de julio de 2007

Los Simpsons

Es difícil hacer esta reseña sin estropear el argumento, y no pienso estropearlo, porque precisamente ha sido la sorpresa ante lo que estaba viendo una parte importante del disfrute de la peli.

No leais spoilers, sinceramente, no os harán ningún bien en este caso.

Así la reseña se queda corta, pero ¿qué se le va a hacer?
La cosa es que es como uno de esos capítulos inspirados de los simpsons, en los que te ríes de principio a fin, pero más largo y con mejor animación.
Y ya está, no hace falta decir más. Si eres fan de los Simpsons, te encantará; si no los soportas ¿Qué haces viendo la película? Punto.

Atención a los títulos de crédito, como dice Matt Groening Maggie dará una sorpresa.

Por cierto ¡¡¡Quiero la versión del oppening de la serie por GreenDay y la versión funeral de American Idiots!!!

Saludos.

Wicked, Memorias de una bruja mala

Sensación amarga tras la lectura de este libro, sobre todo las últimas páginas.

El argumento: Elphaba es una niña peculiar desde su nacimiento, y no solo por su piel (de un color verde vivo) o por sus dientes (afilados como cuchillas, para disgusto de una de las comadronas), sino también por su carácter extraño, taciturno, en cierta forma malvado, y sin duda inteligente. Esa niña estará destinada a ser la llamada Malvada Bruja del Oeste, en el reino de Oz.

Tras una lectura apasionante y genial, en la que se nos conduce a través de la infancia, la juventud y la madurez de Elphaba, el autor retrata un mundo de Oz mucho menos idílico y preciosista de lo que nos tienen acostumbrados, con mayores motivaciones políticas y económicas de lo que aparece a simple vista. Lo que veíamos en la novela original a través de los ojos inocentes de Dorothy, aquí muestra una realidad más humana de lo que le gustaría pensar a todo el que se considere a sí mismo humano.
Los Munchkins son un pueblo idólatra, pagano y sediento de sangre para sacrificios.
Los Quadlings sufren bajo la explotación de sus minas de rubíes.
Los Gillinks son desalmados banqueros y corruptos mercaderes.
Y los Winkis son en realidad cientos de tribus independientes con un gran sentido del honor.
El Mago es un ser siniestro, que urde complejas tramas para sus propios intereses, más tirano que benefactor, terrible en cualquier modo. La Malvada Bruja del Este es una pobre niña demasiado religiosa y fanática para ver más allá de sus propias narices. La Bruja Buena del Norte es simplemente una chiquilla algo pija, mas de buen corazón, que se sorprende a sí misma pensando demasiado.
Y Elphaba, ¡oh! Elphaba es un personaje que sufre, que lucha, que es valeroso y que comete errores humanos, movida por pasiones enormes y enormes sentimientos. Su odio (totalmente justificado) contra el Mago, el rechazo de su padre en favor de su hermana, sus ardientes ideas políticas en pro de los derechos de los Animales, los Quadlings, los Winkis. Su desapego religioso. Y un sentido de la Justicia firme como sus afiladas nariz y barbilla. Es un personaje GENIAL, tanto que se ha ganado un puesto en mi ranking de "Brujas Favoritas", justo por delante de Tata Ogg, y detrás de Yaya Ceravieja (innamovible en su primer puesto ^^).

En definitiva, una novela increíble, que merece la pena ser leída por fans y por detractores de la historia original. Resulta que Broadway ha hechon un musical con la historia, y está arrasando. No me extraña.

Totalmente recomendado.

viernes, 20 de julio de 2007

Mi Vida entre los Muertos

Hay ocasiones en las que un libro parece que te mire desde su estante, como intentando que lo cojas entre tus manos, como si supiera de algún modo que estais predestinados a estar juntos. Si ese libro tiene unos ojos en su portada, la sensación se acentúa, lógicamente.
Allí estaba yo, absorvido por aquella mirada sepia, demasiado parecida a la de la portada de "El Psicoanalista", hasta que conseguí ver de qué se trataba, y entonces el libro se vino conmigo. No me dejó otra opción.

Argumento: David acaba de cumplir 12 años, y se dirige a un lugar situado en mitad de un ardiente desierto junto a su madre. Pues ella ha aceptado un trabajo como macabra enfermera, cuidadora de una ciudad llena de muertos vivientes.

Serge Brussolo, un autor que no había conocido antes (y al parecer tiene varios libros de literatura juvenil publicados) ha conseguido darle la vuelta al género de los zombies, al igual que lo hiciera Richard Matheson con su "Soy Leyenda", para mostrar el otro punto de vista. Y lo consigue.
En algún momento se descubre uno de los grandes fraudes del gobierno norteamericano: han conseguido (utilizando ciertas técnicas de conservación de cadáveres y un método que no llegan a aclarar) resucitar a los muertos, con lo cual muchos presidentes y actores han seguido con sus puestos mucho después de los que les tocara.
Al descubrirse, se exige la democratización del proceso. Y allá se marchan las empresas, a resucitar a los muertos, con sólo dos condiciones: pagar una buena pasta, y que el muerto sea estéticamente agradable (nadie quiere ver andando zombies sacados de una película de George A. Romero, al menos no fuera del cine). Pero pronto los muertos resultan ser de lo más... inquietantes. Nacen grupos de derecha y extrema derecha dispuestos a su destrucción, alegando (cual niño sudamericano que ha sufrido una insolación y lo han puesto a telepredicar) lo antinatural y contradivino que es que los muertos anden.

La novela adolece de un par de errores (que no sé si son de traducción o de escritura, pero me decanto por lo primero) al principio, donde baila un poco la perspectiva entre la primera persona y la tercera persona, pero finalmente se acaba decantando por una tercera persona con punto de mira (gracias gente de Asshai.com) alternante entre Joyce (la madre de David) y el propio David.
La relación que establece David con los muertos es muy curiosa: por un lado existe una fascinación hacia los poderes ocultos de los muertos resucitados, hacia sus experiencias, y en cierto modo son muy amables con él, y acaba existiendo un gran cariño, sobre todo hacia Honest Cable. Pero por otro existe la lógica aprehensión que produce el estar rodeado por gente que ni siente ni padece (porque esa expresión tan castiza es la mejor definición de la actitud de los muertos), y que tienen ideas un tanto... inadecuadas.
Pronto entrarán los inevitables militares en la historia, tomando un papel tan ambiguo como los propios muertos, al menos al principio.

Sin querer revelar nada más sobre el argumento, puedo decir que el libro me ha resultado una gratísima sorpresa (haciéndome olvidar que he decidido no empezar Tormenta de Espadas a riesgo de no volver a comer, dormir ni respirar hasta terminar sus mil y pico páginas, maldito Martin), con un final magnífico, y una serie de imágenes que merecen una película bien hecha (que nunca se hará bien, lógicamente). El constante desasosiego justificaría encuadrarlo en un género de libros de Ansiedad, pues no es tanto Terror, Miedo o Thriller, sino malestar (agradable al saber que a ti no te está pasando) e incomodidad hasta el final, con buen regusto.

Y para terminar, hay una cosa curiosísima que me plantea un disfraz para Halloween: los muertos (a parte de estar más pálidos de lo normal, tener constantemente una sonrisa que baila entre lo obsequioso, lo amable y lo inquietantemente sarcástico, y decidir mirar el sol con los ojos muy abiertos), durante los primeros tiempos van señalados con unas chapitas de smileys blancos con un "¡Hola! ¡He vuelto!" ^^ Me encanta. Sospecho que si convenzo a suficiente gente, invadiremos las calles con nuestras chapitas blancas, nuestras caras blancas y nuestras sonrisas...

La sonrisa de los muertos...

viernes, 13 de julio de 2007

Bushido

Esta es la crónica póstuma de un grupo fugaz por definición, tanto que tan solo un disco suyo existe compuesto y en el meracdo.

Y es que Bushido fue un experimiento de fin de semana, una desbarrada que de haberse realizado entre cuatro tíos totalmente desconocidos y con cuatro duros no habría llegado a ser ni siquiera recordado por los padres de susodichos miembros.
Pero es que Bushido ocurrió entre cuatro artistas ya famosos por una u otra cancioncilla, y uno de ellos productor musical de, entre otras cosas, los otros tres.
A saber:
Enrique Bumbury (ese señor de Héroes del Silencio)
Shoarman (cantante de Elefantes)
Morti (ahora está cantando con Skizoo)
Carlos Ann (alguien a quien yo no conocía, pero resulta que existe)

La cuestión es que sonó un single un tiempo ("La Felicidad", una de las canciones-canciones que menos me gustan del grupo, ahora explico), y salieron discos, lo suficiente como para que algunos nos agenciásemos el disco y nos engancharamos.

Al ser un grupo experimental, todas las canciones son así de expermientales. Yo distingo entre dos tipos: unas son las canciones-canciones, que podrían pasar como una canción normal; y otras son canciones-poemas, que la mitad de las veces son versos sin sentido, con música de fondo.
Las letras, absurdas, extrañas, inquietantes, geniales. Algunas no tienen ningún sentido, algunas no me gustan nada ("Naranja como la selección holandesa, como la selección de guantánamo" ó "Será rusa, será rumana, qué idioma más raro hablas"), y otras me encantan ("Quien hable de les gallines que vuelan por la vida de los soñadores" ó "Yo sigo igual, sigo tal cual, quizás desmejorado, y el arrabal amargo en el paladar, otro ritmo otro compás, rimas de mar, el gran teatro del Mundo, debe continuar"). La cuestión es escucharlas.

Poco puedo hablar más sobre el grupo, porque para saber si gusta un grupo es necesario escucharlo, y eso recomiendo a quien le pique la curiosidad. ¿El estilo? No soy bueno catalogando, pero podríamos decir que es una especie de rock indie algo bohemio y decadente, del tipo que suele tocar en locales como Amargo Café. Sabe a color sepia.

Ahora es vuestro turno, escuchadlo... o no.

Transformers

Hay cierto tipo de películas a las que debes entrar sabiendo perfectamente lo que te puedes encontrar allí. No puedes ir con la misma predisposición a ver "¿Cuánto Me Amas"? que a ver "La Jungla de Cristal: La Venganza".





Ya antaño descubrí que, para evitar sufrir más de la cuenta, y para darme un par de alegrías de vez en cuando, es importante que en ciertas películas desconecte la parte de mi cerebro que me hace pensar que tal herida debería de ser mortal y que en la historia original tal personaje no tenía nada que ver.


Gracias a ello conseguí ver "Van Helsing", disfrutarla incluso (ya luego me puse a despotricar, ¡pero es que eso también es divertido!). Lo mismo tuve que hacer con Transformers.



Argumento: Hace cientos de miles de años, un cubo de energía, más antiguo que el propio tiempo, hizo nacer Cybertrón, un planeta de metal vivo. Pero una guerra civil entre el dictatorial Megatrón y sus aliados (los decepticons) contra Optimus Prime y los demás rebeldes (los autobots) llevó el planeta a su destrucción. El cubo se perdió entre las infinitas galaxias.

Finalmente, el cubo fue a parar en un pequeño planeta, la Tierra. Sin conocer la localización exacta del cubo, autobots y decepticons, ansiando su poder con distinto motivo, se infiltran en la Tierra. Para ello cuentan con la habilidad de copiar artilugios mecánicos y electrónicos humanos, transformarse en ellos, e infiltrados esperan el momento de la gran batalla final.

Un adolescente con "nerd" casi tatuado en la frente consigue que su padre le compre un coche, sin saber que el Camaro que está comprando no es otro que el autobot destinado a protegerle, pues hace generaciones su bisabuelo encontró algo en el Polo Norte...



Bueno, como excusa para ver a robots transformándose en coches (y aviones, y tanques, y helicópteros, y móviles, y radiocasettes) no está tan mal. De hecho, podría ser MUCHO peor.

Porque no vamos a engañarnos, ese es el único objeto de la película: ver a los autobots y a los decepticons transformándose y dándose de palos. Y cumple con la función.

Lógicamente los efectos especiales son increíbles, y los robots (de diseño bastante más interesante que las caras metálicas que se movían porquesí de la serie, en mi opinión) están bastante bastante bastante bien. Y se disfruta, se disfruta viendo cómo se transforman, se pelean, corren, se persiguen, se dan de palos y se destruyen.

Además, chistes no demasiado buenos (así el cerebro no se despierta), referencias frikis por todas partes, un John Turturro que, pese a lo que podía haber dado de sí, llena la pantalla, y geeks y nerds sueltos por todas partes. Durante la película uno es feliz, sin complicarse más.


Claro, luego sale uno, y descubre fallos, errores, incoherencias, absurdeces... Pero eso es cuestión de que cada uno los saque (de hecho es parte de la diversión).

¿Y sobre la serie original? Bueno, si alguien pretende (y más tras todo lo que se ha demostrado) que condensen en dos horas y media cientos de capítulos de cómics/dibujos animados con tramas y subtramas, siendo necesario vender la película, que no se amargue. Así pues, si uno es un transfan, y quiere ir, mejor ir pensando que es una película que, por casualidad, tiene robots gigantes que se transforman en coche, y a pesar de los nombres, no tiene nada que ver con cierta serie de cómics y dibujos animados.

Si tras el comentario alguien decide ir, un simple consejo: no se olvide recoger el cerebro antes de irse (porque le aseguro que si quiere disfrutarla tiene que quitárselo antes de que empiece la peli).

Saludos.