domingo, 24 de mayo de 2009

Calabazas en el Trastero: Entierros




Lo he intentado comunicar personalmente a todos los autores en los blogs que dieron a "Calabazas en el Trastero".Si ha existido alguna confusión, lo lamento. Alguno no dio dirección. Y una en particular no se me abre.
Espero que aquellos que no me han podido leer de esa forma, lean al menos por aquí, en público, lo que tengo que decir.
Para empezar, pido perdón por haber tardado tanto en leer la antología. Ha sido una etapa muy convulsa en mi vida, y eso me ha impedido leer estos relatos a la velocidad que me hubiera gustado.
Para seguir, felicitar al equipo de la Biblioteca Fosca por su trabajo, su dedicación y la iniciativa; y agradecer la colaboración de Nocte y la publicación de Vision Libros. La edición es una auténtica maravilla en calidad, en el orden escogido para los relatos, en la maquetación de los mismos y, no menos importante, David M. Rus ha hecho un trabajo magnífico con la ilustración de la portada.
Y como último preludio a la opinión, decir que me siento terriblemente orgulloso de que un relato mío se codee con tan grandes muestras de literatura. Cada relato nuevo que leía me hacía sentir más feliz de que mi "Moroaica" se encontrase entre tan grandes escritos.
Ahora, sí que sí, mi opinión de cada uno de los relatos.

El Tratado de Michael Ranft: Asimilar un relato de terror a "La Confesión de Randolph Carter", de H.P. Lovecraft, debería ser un motivo de orgullo para cualquier escritor. El inicio de este relato me conducía a tal conclusión. Su final no. Su final supera la obra de Lovecraft. Tomando un tono de pseudociencia propio de finales del siglo XIX y principios del XX, añadiendo la leyenda clásica al relato, empezamos la antología con un grandísimo relato corto de terror que nos hace presagiar que hemos hecho una gran compra.

Certificado de defunción: El Enterrador no podía faltar en una Antología sobre los Entierros, y aquí no faltan sepultureros, enterradores y otros seres de semejante función. Aquí, es el protagonista de una historia que nos conduce a un final inevitable, horrendo, genial. La sensación se sublima de las palabras al lector, provocando el frío, el miedo, la desesperación y el dolor del pobre protagonista, al que es inevitable cogerle cariño dada su carisma.

De cómo el señor alcalde acude al debate nocturno de Buddy, "el Enterrador": Lo dicho. Enterradores de todas las raleas posibles. En esta pequeña obra (en cuanto a extensión, que no en cuanto a calidad literaria) la simpleza de la historia ejerce de mazazo al lector, unido al arrollador encanto de un protagonista que, en estado de gracia, nos regala un terror inesperado y maravilloso.

Todo es empezar: Maravilloso escrito acerca del trabajo del enterrador. Con un fino sentido del humor no exento de escalofrío perverso, los dos protagonistas nos atrapan sin remedio en la red de su profesión, conduciéndonos sin demora hasta una conclusión simplemente genial, redondeándose a sí mismo con su propio título.

La procesión de las plañideras: Quizás el más onírico de la antología, lleno de fantasía horrenda y leyenda profana, que deja entrever a través de una lírica profusa, compleja, barroca y cuidada (cuales bajorrelieves de una iglesia bien construida, llenos de terrores inimaginables para conmover a los profanos) una historia magnífica que llena de pesadillas las noches del lector.

El cruce de la música: Entrando de cabeza en un género de terror desgraciadamente explotado hasta la saciedad, consigue arrancar pepitas de oro de una mina que parecía agotada, dando lugar a una historia más que original, más que interesante, más que seductora, cual cocinero que consigue sacar de unos huevos fritos con patatas una delicia gastronómica.

Cosecha de huesos: La habilidad del escritor nos engancha para recorrer junto al protagonista una larga y lenta marcha por un paisaje desasosegante, tan bien construido que las moscas salen de la revista y nos rodean, el calor reseca nuestras gargantas y el olor a polvo y a muerte inundan la habitación donde estamos leyendo. Poco a poco, plantando semillas de inquietud aquí y allá, el escritor consigue con su paciencia cultivar una cosecha de miedo puro en nosotros.

No somos nada: Ágil, cruel, despiadada, divertida. Una maldad corta e intensa, en un estilo directo (a la yugular) que nos implica más de lo que deberíamos estar dispuestos en la perversidad celópata y en la psicosis de las vengativas protagonistas de este relato. Ejerce de soplo de aire fresco en los asfixiantes ambientes de la antología (como debe ser entre tantos Entierros), pero un aire lleno de rumores malintencionados y monstruos humanos.

Moroaica: No voy a cometer la insensatez de comentar mi propio relato, que de eso han de encargarse otros ;).

... Y evitar los malos pensamientos: Entre tanta maldad, tanto horror, tanta perversidad y tanta muerte, las sonrisas afloran entre la inquietud, y la magia que invade sin previo aviso a la realidad nos permiten soñar durante la lectura de este hermoso cuento. Reflejando una realidad compleja y difícil, con tintes de leyenda moderna y potencial para despertar la imaginación del lector.

Una tumba vacía: Genial relato que nos retrotrae a una infancia no del todo perdida, llena de olor a polvo, monstruos de la imaginación y lugares tenebrosos mas atractivos. Cuando descubríamos nuestro lado más oscuro y nos déjabamos seducir por aquello que más miedo nos daba. La sonrisa se tuerce al final, en un acto de empatía con el Mal.

Y llorarán por ti: No podía faltar un relato de esta calaña, que nos condujera por el túnel del más terrible de los miedos que puede sentir un ser humano, nos provoque una reacción vagal ante la incertidumbre, la indefensión y la angustia existencial más insoportables para, en el momento más inesperado, golpearnos con una revelación que da una vuelta de tuerca más al tema de esta antología.

Es mi trabajo: Y, para terminar con tan terrorífica reunión de relatos, nos encontramos con una historia hermosa, que aborda el dificilísimo tema del existencialismo, del miedo a lo que se haya al otro lado de la vida, de las fronteras, del último viaje, de lo que representa, de lo que dejamos atrás, de por qué debemos dejar cosas atrás. Y lo aborda con habilidad, dejándonos sentir una pizca de horror y desconcierto ante una situación fantasiosa que, como sutil metáfora, nos guarda un reflejo de la realidad y nos deja un sabor agridulce, pero más dulce que agrio, como colofón a esta maravillosa reunión de relatos.

sábado, 2 de mayo de 2009

La Dejaron Estrenarse

Al fin se estrenó. Al fin la vimos. A mí me ha encantado. Hacía mucho tiempo que no veía una película de vampiros tan buena. Podría decir, casi sin equivocarme, que desde "La Sombra del Vampiro" no he visto otra mejor. Incluso la perversa "El Ansia" me gustó un poco menos que ésta, y "Cronos", aún siendo original e interesante, la veo desaprovechada, desgraciadamente.

Lo más interesante de la película es que no es una historia de vampiros. Perfectamente funcionaría si la niña no fuera una vampiresa, al menos lo más importante: la relación entre ellos, el renacer sexual, el descubrimiento.
Pero, para subrayar y enfatizar el discurso, hay vampiros. Y, por Stoker, qué vampiros. Nada de bellezas sobrenaturales fosforitos (y no sólo hablo de "Crepúsculo", que Anne Rice también tiene mucho de ese rollo); nada de maquineros fiesteros en una continua juerga sangrienta, peleándose con pistolas (en mi opinión, nada es tan cutre como un vampiro con pistolas... excepto Alucard de Hellsing). No. Estos vampiros son vampiros CLÁSICOS, vamos, los vampiros de los que todos sabemos pero que nunca vemos en las películas.

Además, están tratados con una naturalidad que los vuelve más impactantes que los vampiros que normalmente vemos en el cine. Aquí no harán un primer plano de cada uno de los poderes, para que el espectador se dé cuenta. En cambio, su naturaleza vampírica es rodada de lejos, con sutileza: no se vanaglorian de serlo, sino que lo son, y punto. Desde ese primer salto en las barras de juegos (escena sublime por lo sencilla que parece y la carga que posee de sobrenaturalidad) hasta la manifestación más intensa de su naturaleza vampírica (que no es de sus poderes, sino de sus debilidades), todo transcurre para ella como tiene que transcurrir: como si llevase pasando lo mismo cientos de años. Casi con desgana.

Gran parte de la responsabilidad de tanta maravilla en este tema la tiene el director y su elección de planos y su dirección de actores, pero otra buena parte la tienen los actores que, aún siendo niños, desprenden una naturalidad y una expresividad inquietantes (vale, el niño tiene escenas en las que parece oligofrénico, pero, leches, por alguna razón tendrán que meterse con él en la escuela); la niña, en particular, es una genial actriz (y tiene unos ojos increíbles); y, por si fuera poco, los efectos especiales. Que son tan sutiles en algunos momentos que ni parece que estén, y es así como deberían usarse los efectos especiales (¡aprende, Nolan, cómo hacer un Dos-caras creíble y torturado!).

Para algunos quizás peque de lenta, y no lo voy a negar, es una película lenta. Pero es que tiene que ser así, tiene que ser nieve posándose en el espectador hasta el clímax final. Una grandísima película que merece ser vista con la mente abierta.