The Artist
Año: 2011
Director: Michel Hazanavizius
País: Francia
Año: 2011
Director: Michel Hazanavizius
País: Francia
El amor en los tiempos del Cybersexo es una entelequia, una fantasía para cuatro romanticones que no han aceptado, pobrecitos ellos, la lógica absoluta del cinismo ilustrado y wikificado en el que vivimos las personas sensatas como vosotros y yo. Demasiado naïf y cursi, propio de tiempos de color pastel y lentejuelas, ahogados al fin y de una vez por todas gracias a la perversión y los excesos.
¿Verdad?
Bien, pues esta es una historia de amor, así que aquellos a los que le produzcan pústulas y sarpullidos estas palabras, que huyan a su escondite, a su madriguera, porque vamos a hablar de amor en estado puro.
De amor al cine.
El cine nos está brindando algunos de los momentos más deshonrosos de los últimos tiempos. Pocos clásicos quedan que no hayan sufrido una revisión que destroce de una vez y para siempre su esencia para las nuevas generaciones. Estoy aún esperando el remake de Casablanca para terminar de enterrar el "Arte" y dejarlo sólo en "Séptimo". Como un Séptimo de Caballería que llega para arrasar la taquilla a golpe de grito y efecto especial, de escena videoclipera y sangre salpicando la pantalla.
Por todos los dioses, que yo, amante de la sangre y de la acción videoclipera, yo que pasé años sin ver nada que no tuviera al menos una criatura infográfica dando la murga por allí, yo que me declaro fan de Mercenarios 2 sin haberla visto, vamos, que yo tenga que escribir esto significa que han cruzado el límite entre lo divertido y lo "pffff...".
Entonces llegó The Artist.
The Artist nos cuenta la caída en decadencia de una estrella de cine mudo en los tiempos en los que el cine sonoro comenzaba a sonar con fuerza. Las gentes se agolpaban para oír por primera vez a sus artistas favoritos, las productoras contrataban caras jóvenes para promocionarlas y las viejas glorias se quedaban atrás.
La genialidad de The Artist es que, como buen homenaje que es a la época del cine mudo y el cambio al cine sonoro, es muda y en blanco y negro.
¡Horror! Gritan los que se agolparon a ver Avatar en 3D+i Wz45 con sonido Dolby Digital Surround Inround 6.90. ¡Cine mudo! ¡Sin colores! ¿Quién quiere ver eso?
Yo.
Una película semejante precisa de dos cosas fundamentales. Un guión inteligente y un par de grandes actores que soporten el peso interpretativo.
Lo primero lo tiene. El escenario no podía estar mejor escogido, Hollywood en el cambio de década de los años 20 a los 30, el cambio entre el cine con orquesta para darle música a la película y las primeras imágenes de cine sonoro. Se explota de forma magistral ese momento a través de dos personalidades, la del viejo George Valentín que cae en desgracia y la joven Peppy Miller que se alza. Su relación desde su primer encuentro hasta el final de la película está contada con una delicadeza y un tempo magníficos, que arrastra consigo al espectador, enamorado perdidamente de los compases de la cinta.
Bérénice Bejo es una mujer guapa pero no espectacular. Por suerte. Compensa esa falta de espectacularidad en su rostro con una gracia natural que transforma a Peppy Miller en un personaje adorable, encantador. Cada sonrisa, cada mohín y cada contoneo seducen con una sonrisa. Parece poseída por el espíritu de Betty Boop, ese erotismo inocente del baile, de la sonrisa ancha y sincera. De unos ojos espectaculares.
Quien me acompañó al cine opina que parece en ocasiones demasiado de nuestra época. Es posible, pero en mi opinión eso beneficia a la sensación que debe producir en la película.
Esta mujer es maravillosa. Pero porque tiene que enfrentarse a Jean Dujardin en una interpretación que es, sencillamente, magistral. En un alarde de carisma que supura por la pantalla y ensombrece todo lo que hubiera en escena, el orgulloso George Valentín encanta desde el primer momento.
La química entre ambos es magnífica, fluye como por arte de magia, de magia del cine en estado puro, de amor por el cine.
El perro es ya una guinda más a la película.
Todo esto está situado en un mundo sin voces, de carteles con diálogos ocasionales. ¿Acaso el espectador actual tiene problemas para seguir esta historia, tan acostumbrado como está al diálogo y a que le mastiquen todo? No. Ningún problema. Los sentimientos afloran más poderosos que las palabras, los conflictos se sienten en el alma y vibran en el corazón.
Entonces llegamos a la música y todo, absolutamente todo, queda redondeado por una banda sonora sublime que, sin olvidar el homenaje constante a las bandas sonoras de la época a mostrar, en ningún momento se observa desfasada.
Y si fuera poco, la escena de pesadilla más angustiosa que he visto en mucho tiempo. Las escenas cómicas más tiernas. Las escenas trágicas que más me han llegado.
Terence Mallick, aprende a hacer sufrir.
¿Qué es The Artist? The Artist es, como su propio nombre indica, Arte. Séptimo Arte. Porque es tan atemporal como un cuadro de Goya o una escultura de Miguel Ángel. Da igual de qué generación seas, de qué momento histórico. Lo que te muestra es tan humano, tan cercano y está contado con tanta habilidad y sensibilidad que te llegará, si sabes darle la oportunidad.
The Artist es amor, y el amor tan puro sólo puede hacer una cosa, enamorar. A mí me ha enamorado.
Y mi consejo es que te dejes tentar tú también, que no te va a defraudar.
¿Verdad?
Bien, pues esta es una historia de amor, así que aquellos a los que le produzcan pústulas y sarpullidos estas palabras, que huyan a su escondite, a su madriguera, porque vamos a hablar de amor en estado puro.
De amor al cine.
El cine nos está brindando algunos de los momentos más deshonrosos de los últimos tiempos. Pocos clásicos quedan que no hayan sufrido una revisión que destroce de una vez y para siempre su esencia para las nuevas generaciones. Estoy aún esperando el remake de Casablanca para terminar de enterrar el "Arte" y dejarlo sólo en "Séptimo". Como un Séptimo de Caballería que llega para arrasar la taquilla a golpe de grito y efecto especial, de escena videoclipera y sangre salpicando la pantalla.
Por todos los dioses, que yo, amante de la sangre y de la acción videoclipera, yo que pasé años sin ver nada que no tuviera al menos una criatura infográfica dando la murga por allí, yo que me declaro fan de Mercenarios 2 sin haberla visto, vamos, que yo tenga que escribir esto significa que han cruzado el límite entre lo divertido y lo "pffff...".
Entonces llegó The Artist.
The Artist nos cuenta la caída en decadencia de una estrella de cine mudo en los tiempos en los que el cine sonoro comenzaba a sonar con fuerza. Las gentes se agolpaban para oír por primera vez a sus artistas favoritos, las productoras contrataban caras jóvenes para promocionarlas y las viejas glorias se quedaban atrás.
La genialidad de The Artist es que, como buen homenaje que es a la época del cine mudo y el cambio al cine sonoro, es muda y en blanco y negro.
¡Horror! Gritan los que se agolparon a ver Avatar en 3D+i Wz45 con sonido Dolby Digital Surround Inround 6.90. ¡Cine mudo! ¡Sin colores! ¿Quién quiere ver eso?
Yo.
Una película semejante precisa de dos cosas fundamentales. Un guión inteligente y un par de grandes actores que soporten el peso interpretativo.
Lo primero lo tiene. El escenario no podía estar mejor escogido, Hollywood en el cambio de década de los años 20 a los 30, el cambio entre el cine con orquesta para darle música a la película y las primeras imágenes de cine sonoro. Se explota de forma magistral ese momento a través de dos personalidades, la del viejo George Valentín que cae en desgracia y la joven Peppy Miller que se alza. Su relación desde su primer encuentro hasta el final de la película está contada con una delicadeza y un tempo magníficos, que arrastra consigo al espectador, enamorado perdidamente de los compases de la cinta.
Bérénice Bejo es una mujer guapa pero no espectacular. Por suerte. Compensa esa falta de espectacularidad en su rostro con una gracia natural que transforma a Peppy Miller en un personaje adorable, encantador. Cada sonrisa, cada mohín y cada contoneo seducen con una sonrisa. Parece poseída por el espíritu de Betty Boop, ese erotismo inocente del baile, de la sonrisa ancha y sincera. De unos ojos espectaculares.
Quien me acompañó al cine opina que parece en ocasiones demasiado de nuestra época. Es posible, pero en mi opinión eso beneficia a la sensación que debe producir en la película.
Esta mujer es maravillosa. Pero porque tiene que enfrentarse a Jean Dujardin en una interpretación que es, sencillamente, magistral. En un alarde de carisma que supura por la pantalla y ensombrece todo lo que hubiera en escena, el orgulloso George Valentín encanta desde el primer momento.
La química entre ambos es magnífica, fluye como por arte de magia, de magia del cine en estado puro, de amor por el cine.
El perro es ya una guinda más a la película.
Todo esto está situado en un mundo sin voces, de carteles con diálogos ocasionales. ¿Acaso el espectador actual tiene problemas para seguir esta historia, tan acostumbrado como está al diálogo y a que le mastiquen todo? No. Ningún problema. Los sentimientos afloran más poderosos que las palabras, los conflictos se sienten en el alma y vibran en el corazón.
Entonces llegamos a la música y todo, absolutamente todo, queda redondeado por una banda sonora sublime que, sin olvidar el homenaje constante a las bandas sonoras de la época a mostrar, en ningún momento se observa desfasada.
Y si fuera poco, la escena de pesadilla más angustiosa que he visto en mucho tiempo. Las escenas cómicas más tiernas. Las escenas trágicas que más me han llegado.
Terence Mallick, aprende a hacer sufrir.
¿Qué es The Artist? The Artist es, como su propio nombre indica, Arte. Séptimo Arte. Porque es tan atemporal como un cuadro de Goya o una escultura de Miguel Ángel. Da igual de qué generación seas, de qué momento histórico. Lo que te muestra es tan humano, tan cercano y está contado con tanta habilidad y sensibilidad que te llegará, si sabes darle la oportunidad.
The Artist es amor, y el amor tan puro sólo puede hacer una cosa, enamorar. A mí me ha enamorado.
Y mi consejo es que te dejes tentar tú también, que no te va a defraudar.