Acabo de aterrizar en el París coetáneo de Guy, cosa que, aún siendo esperable, ha constituido la primera grata sorpresa de mi travesía. Ahora mismo estoy caminando al lado de un veterano de guerra, exactamente igual a todo veterano de guerra de cualquier siglo: incapaz de adaptarse a la naturaleza de la vida urbanita tras la moral alterada que vivió en el ejército, mirando con desprecio a los burgueses que le rodean, con la altanería del que se cree el único merecedor del título de "humano". Subido, invisible, a su hombro, veo las calles que sin duda recorrían Guy, Flaubert y Baudelaire, que iba corriendo a su casa a apuntar en su diario que había conocido a Víctor Hugo (porque no tenía un blog en el que publicarlo, claro). El aroma es intenso, fuerte, casi desagradable, y paradójicamente me gusta. Estoy sintiéndome muy cómodo, y las expectativas están aumetando bastante acerca de lo que me voy a encontrar.
Seguiré informando.
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3 comentarios:
Disfruta de la aventura...
Gracias, eso estoy haciendo, y cuanto más me hundo, más ganas tengo de seguir hundiéndome.
Habrá que llegar hasta el fondo, pues...
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